Cuento creado por los creadores de Plemstudio:
El misterio del cofre: regreso a Hogar

En tiempos antiguos, cuando las personas poseían el don de transformar el mundo a su alrededor y a sí mismos en este mundo, había un reino. La gente vivía allí, no tan bien, pero tampoco mal. Podían convertir la tierra en fértiles campos y jardines, los árboles en casas y objetos, el aire y el sol en energía, el fuego y los minerales en hermosas creaciones, y las hierbas en medicinas y tejidos.
Todo seguía su curso, hasta que un día llegó desde la nada una oscura fuerza: un rey de corazón negro tomó el control de aquella tierra. Los sirvientes del rey comenzaron a esparcir la oscuridad por todo el reino, y esta comenzó a devorar muchos corazones y mentes. Privó a las personas de su memoria y confundió el blanco con el negro, muchos cayeron en el olvido. La gente intentó luchar, pero no sabía cómo oponerse a esta fuerza. Quienes pudieron, se transformaron en pájaros y volaron lejos, antes de que la oscuridad los alcanzara. La gente perdió su Mundo y su Hogar.

Durante mucho tiempo vagaron por el mundo, sin poder encontrar un lugar. No había un Hogar, ni tierra, ni aire. Vieron una isla en medio del agua y decidieron comenzar una nueva vida allí. Pero esa nueva vida no se parecía a la anterior. Construían casas, pero no encontraban paz en ellas. Cocinaban, pero la comida no tenía sabor. Recolectaban hierbas, tejían telas, cosían ropa, pero no brindaban calor. Los hombres-pájaro habían olvidado su fuerza…

Pasaron los años. Y un día, en una familia nació un niño, al que llamaron Kit. Creció en su familia en la isla, rodeado de agua, y podía transformarse en una ballena, más precisamente en un ballenato, ya que mientras era un niño pequeño, tenía la habilidad de sentir objetos y personas. Sus padres le contaban leyendas e historias sobre aquella oscuridad que había arrebatado el Hogar de sus antepasados. Su madre le decía: “Si la oscuridad te toca, dominará tanto tu corazón como tu mente. Te convertirás en una sombra, y tu mundo será solo blanco y negro”. Todos temían a esa oscuridad.
Como todos los niños, Kit era muy curioso. Le encantaba hacer preguntas. ¿Qué es la oscuridad? ¿Cómo llegamos aquí? ¿De dónde venimos? ¿Qué es un Hogar? Los descendientes de los hombres-pájaro no sabían qué responderle, porque habían olvidado - había pasado mucho tiempo.
Un día, al pasar junto a un armario, Kit sintió una vibración y un calor que provenían de dentro. Al abrir la puerta, se dio cuenta de que la fuente que había llamado su atención era un extraño objeto: un cofre. Era muy macizo, hecho de una madera oscura y antigua, todo agrietado, con patrones tallados en su superficie. Kit comenzó a caminar alrededor y a observarlo, al ver una hendidura, la tomó con los dedos y abrió la tapa del cofre. Miró dentro y vio una oscuridad negra y resonante, como si no hubiera fondo en el cofre. Se asustó y retrocedió: temía a la oscuridad, pero le intrigaba mucho saber qué podía haber dentro de ese cofre. No podía creer que hubiera cajas y armarios sin fondo. Metió la mano en el cofre y buscó en la oscuridad. Efectivamente no había fondo, pero su mano sintió una calidez y suavidad tan grandes que, sorprendido, metió la cabeza en el cofre y se cayó dentro…

Se encontró en el centro de una habitación llena de objetos, que parecían familiares, pero inusuales, con extraños patrones. Sin sentir miedo o pavor, sino más bien una paz y tranquilidad, como si Kit ya hubiera visto esto en algún lugar - comenzó a observar. La luz entraba en la habitación solo desde arriba, a través del cofre, y no se podía ver todo. Al mirar a su alrededor, Kit vio en la penumbra una lámpara, se acercó a ella y la encendió. La habitación se iluminó con patrones extraños, luz y sombras delicadas, y de repente tuvo una visión. Vio a su madre, cuando era una niña pequeña, pero la reconoció de inmediato. Ella caminaba en el crepúsculo a través de un huerto hacia una casa cuyas ventanas estaban llenas de luz cálida, con cortinas de encaje. Kit sintió la frescura del jardín al atardecer, el aroma de las flores nocturnas, y la anticipación de un delicioso té y abrazos cálidos; parecía saber que en esa casa lo estaban esperando, que lo recibirían con alegría, y allí estaría a salvo.

Esto lo sorprendió tanto, lo llenó de alegría, ya que nunca antes había sentido algo así, y deseaba compartirlo con todos los que amaba. Comenzó a llamar a su madre. Su madre estaba justo pasando y, al escuchar la voz de Kit desde el cofre, se sorprendió mucho. Miró dentro, y no vio a su hijo, solo oscuridad. Se asustó, pero decidió entrar al cofre. Y se encontró en la habitación junto a su hijo. Vio un momento de su infancia y una sensación de nostalgia la invadió, una emoción que hacía mucho no sentía: amor por el Hogar, por su abuela, por el jardín, por la tierra. Sintió la energía del Hogar, que era necesaria para su familia, recordó los aromas y el sabor de la comida, y el calor que podían brindar las hierbas y los tejidos.